El Cajico de Ayés

En la Pardina de Ayés existe un viejo cajico, un nombre con el que se conoce al roble quejigo (Quercus faginea, Quercus cerrioides) en el Altoaragón.  Se trata de un precioso ejemplar perteneciente al género más familiar y característico de nuestra piel de toro, los Quercus.

Pardina de Ayés, un faro en la sierra

La Pardina de Ayés la encontramos a medio camino entre Rapún y Abena, en el Prepirineo central oscense y a la vista de la omnipresente Oroel.  Afortunadamente, en este caso no ha sido relegada al abandono y actualmente podemos disfrutar de estos edificios, convertidos en Casa Rural.


 Rapún, emergiendo de entre las brumas como en un cuento de Tolkien

En cuanto al árbol, hay que aclarar que los distintos Quercus que colonizan la península son las respuestas de este organismo al ambiente que le rodea.  De esta manera, Quercus se transforma para afrontar desde las condiciones húmedas del norte (robles carballos, de hoja caduca) hasta las plenamente mediterráneas (encinas y coscojas, perennifolios), pasando por una amplia gama de intermedios (rebollos, melojos, quejigos y similares, en muchos casos marcescentes).  

El problema para nuestras clasificaciones es que en zonas de condiciones intermedias, donde se solapan distintas especies, podemos encontrar ejemplares conviviendo e incluso hibridándose entre ellos (el mismo Q. cerrioides es un híbrido).  El lío de los robles y estos híbridos (también conocidos como "Mestos") es tan inmenso que, al curioso, le dejo en este enlace una buena muestra de casuística.  

 Cajico de Ayés y Peña Oroel


El gran inconformista Thoreau, siguiendo un proverbio latino, nos contó el dicho "Ex oriens lux, ex occidente frux", es decir, "de oriente la luz y de occidente el fruto"; en referencia a los grandes maestros asiáticos de la ciencia y la filosofía.

Me vino a la mente esta frase al visitar al más que centenario cajico, ya que pude comprobar cómo esta maravilla me proporcionaba ambas a la vez, luz y fruto.

Cajico "en luz y fruto"

El suelo estaba muy removido por los jabalíes, que se debían haber pegado la noche foriconiando en busca de bellotas.  Pero aún quedaban muchas por las ramas y por entre la hierba, así que estuvimos un rato hablando sobre ese árbol y los frutos que nos ofrece, como bellotas, miel, leña o sombra.  Creo que debemos transmitir todos estos valores a las nuevas generaciones, intentando que la empatía y el respeto dejen de ser palabras en desuso.

Aunque solo sea porque no hay que morder la mano que te da de comer.  Que no es otra que nuestra madre tierra.

 Para respetar algo, el primer paso es conocerlo

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